Anónimo

Desvaríos: Anónimo

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   Ahí está, todos los días, haga frío o llueva, en esa misma esquina de la Gran Vía. De pie con su bolsa y su maletín abierto, dispuesto a repartir suerte a la gente que pasa. La mayoría no le hace ni caso, pasa sin más por culpa del ambiente apatía y despreocupación que se vive en toda ciudad. A los que le miran siempre dedica una sonrisa inocente. Yo me cruzo con él prácticamente todos los días a eso de las 17.15 y de las 19.30.

   Lo hago en mi paseo, ya habitual, del piso a la federación. Dura entre 20 y 30 minutos (dependiendo de lo tarde que llegue), y para amenizar el trayecto suelo llevar puestos los cascos (escuchando distintos tipos de música según el día: Bajo Mínimos, Estopa, Marea, Melendi, Lechowski...). Pero en ese tiempo aparecen pensamientos, la mayoría de frustración. Las preguntas "¿Qué hago aquí?" y "¿Merece la pena?" nunca abandonan mi cabeza, y la respuesta es diferente cada día: "Me saco esto y me voy...", "El año que viene será mejor...", "Confían en ti y no les defraudarás..." o un simple "Aguantaré con un par de..." son algunas de ellas.

   Mientras estas ideas rondan mi cabeza, es cuando me cruzo con ese hombre. Siempre le miro, y por ridículo que parezca su sonrisa inocente hace que me olvide momentáneamente de los problemas y me alegre un poco los 7 o 10 minutos que me quedan de camino. Y es que en pleno mes de Diciembre, a menos de 10 ºC , cuando está diluviando sobre la ciudad, ver que él sigue ahí, sin moverse, sin nada más de abrigo que una cazadora y sin paraguas, y además de todo eso, ver que todavía es capaz de sonreir, hace que sea todo un ejemplo a seguir.

   He de decir que esta persona vende lotería y pertenece a la O.N.C.E., y mientras me cruce con él y me transmita esa alegría, le compraré como mínimo un rasca.



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